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La belleza es un conejo blanco correteando por tu jardín. Lo persigues. Y, aunque no consigues capturarlo, en esa alocada carrera te encuentras en un lugar maravilloso. Como animales de costumbre que somos, pocas cosas en la vida nos llevan de un sitio a otro como la búsqueda de lo sublime. La belleza es velocidad, no un destino.